Si estás aquí es porque seguramente te interesa conocerte mejor. Tratas de dedicar tiempo a la reflexión sobre ti misma y sobre las cosas que te suceden. En ese caso, habrás hecho lo que llamamos un trabajo de introspección. Pero ¿cuál es el mayor error al hacer introspección?
Te lo diré:
Hacerte la pregunta equivocada.
Pero para entender esto primero tenemos que definir la introspección y diferenciarla de la llamada autoconciencia.
Introspección vs Autoconciencia
La introspección es ese esfuerzo que hacemos al pensar sobre nosotras mismas y sobre las causas de nuestras emociones, conductas… Por qué somos como somos, vaya. Estamos ante la pregunta POR QUÉ.
La introspección vendrían a ser esas preguntas de tipo ¿por qué? que nos hacemos a menudo con la intención de conocer mejor la causa de nuestro estado interno.
Esto nos lleva a darnos respuestas muy variopintas, que no tienen por qué ser ni ciertas ni útiles a la hora de alcanzar nuestras metas. Empezando porque pretender comprender o ser conscientes de todas esas causas es imposible: muchos de nuestros estados internos son inconscientes, por lo que tenderemos a inventarnos las respuestas. Y pueden ser inútiles porque conllevan pensamientos negativos que hacen más probables la ansiedad o la depresión.
Nos invita a racionalizar, a negar o a rumiar.
Además, las personas tendemos a algo llamado el sesgo de confirmación: buscamos información que encaje con nuestras creencias previas, con nuestras explicaciones iniciales. Las respuestas a esos porqués raramente se salvan de nuestro propio sesgo.
En cambio, la autoconciencia se centra en la pregunta QUÉ (o ¿y ahora qué?). Esto pone el foco en aquello que decidimos cambiar, modificar y en los proyectos que queremos alcanzar porque son importantes para nosotras.
Nos invita a aceptar y enfocar energías en dirigir la acción.
Imagina por un momento que has vivido una ruptura de pareja dolorosa. Es muy habitual en este tipo de duelos quedarse enganchadas en el por qué: ¿por qué me ha dejado? ¿por qué me sigue escribiendo? ¿por qué no funcionó? etc. Como no tenemos toda la información (y probablemente no la lleguemos a tener nunca), rellenamos ese vacío con fábulas que pueden causarnos un sufrimiento opcional.
Si en este mismo caso decido centrar mi energía en la pregunta ¿“y ahora qué”? saldré automáticamente del ensimismamiento y la rumiación y me colocaré en una posición mucho más proactiva y empoderadora. Miramos hacia adelante, como una forma de evolucionar como personas y salir adelante.
“Pensar por qué una es como es puede ser igual de malo que no llegar a reflexionar sobre una misma” (Hixon y Swann).
En conclusión, para evitar cometer el mayor error en la introspección, trata de hacerte las preguntas adecuadas, como en Alicia en el País de las Maravillas. Hazte las preguntas que te ayuden a evolucionar. No siempre sentirás emociones agradables, no es este el objetivo. El fin último consiste en hacerte una idea más clara de quién eres, con tus fortalezas y debilidades, para vivir en mayor armonía contigo misma y con las demás personas.
Ahora que tienes un poco más claros los distintos conceptos, te invito a repasar la lista de los 8 obstáculos en nuestra escucha interior y a tenerlos en cuenta a lo largo de tu proceso.
¡Nos vemos en los talleres, flor!