El tema de las mujeres y los límites surge a menudo en mis sesiones de terapia.
¿Te cuesta poner límites y defender tus propios intereses?
¿Te sientes egoísta o mala persona?
¿Anticipas que vas a sentir tanta culpa que prefieres dejar ciertas cosas pasar, aunque te molesten o te dañen?
¿Te sientes mal contigo misma por haber permitido ciertas cosas?
A continuación te cuento en qué consiste negociar, de dónde surgen esas dificultades de las mujeres, así como algunas herramientas para ir ganando asertividad.
La habilidad de negociar ¿estamos menos entrenadas?
Negociar es la habilidad de dos partes en conflicto para dialogar y llegar a un acuerdo beneficioso para ambos, teniendo en cuenta que pueden tener intereses comunes e intereses opuestos.
Es una habilidad muy asociada al mundo público y en concreto, al comercio y la economía.
Pero también es posible (y muy necesario) negociar en el mundo privado: el de los afectos y las relaciones personales.
Entonces, si el mundo privado -tradicionalmente asociado a las mujeres- también se negocia ¿por qué las mujeres seguimos sintiendo cierto bloqueo para hacerlo?
No puede tratarse de una mera cuestión de falta de habilidad: y es que normalmente se nos da muy bien defender los intereses de personas a las que queremos y ahí demostramos que sabemos negociar.
Sin embargo, cuando se trata de defender los derechos propios, el espacio, el tiempo, la energía, las finanzas propias… ahí surgen los problemas.
Las personas solemos resolver conflictos a través de las siguientes tres estrategias: ceder, negociar, imponer.
Las mujeres tendemos a ceder para no tener que negociar y muchas veces, como una forma de contentar o de agradar a nuestro entorno, ya que hemos sido educadas para ello.
Poner límites en las relaciones: ventajas y riesgos
Parece claro que para que una relación funcione de manera más o menos armónica, las dos partes tienen que sentir que existe un equilibrio entre lo que dan y lo que reciben: reciprocidad.
Los riesgos de poner límites tienen que ver con que las demás personas se sorprendan, nos insistan, y en el peor de los casos, nos pongan en situaciones bastante incómodas que tienen que ver con victimizarse, culparnos, enfadarse…
Lo que ocurre es que tendemos a magnificar los riesgos, a sentir que nuestras relaciones se romperán o deteriorarán. Que nos rechazarán. Que nos quedaremos solas.
Pero piénsalo por un momento: ¿verdad que cuando preguntamos a la gente por personas a quienes admiran nos suelen hablar de individuos que tienen una buena gestión emocional, inteligencia emocional y asertividad?
Sí, la gente empieza a percibirte distinto cuando les pones límites, pero muchas veces ese cambio de percepción será positivo.
Por otro lado, cuando alguien a quien aprecias reacciona mal ante un límite, se puede entender desde el punto de vista de que es normal: las personas nos frustramos cuando no alcanzamos objetivos o metas que nos convienen.
Pero no olvidemos que tu cuota de responsabilidad con esa persona consiste en poner un límite con cariño y la cuota del otro consiste en encajar el “no” o la negociación con deportividad. Si no lo hace, no está siendo responsable.
Decir “no” nos ayuda a no implicarnos en situaciones de las que luego nos podemos arrepentir y que además nos hacen sentir mal: corremos el riesgo de sentirnos incoherentes y perder autoestima.
Dificultades más habituales
Hay varios condicionamientos de género que obstaculizan nuestras negociaciones.
-Nos han hecho creer que en la “naturaleza femenina” esté el ser altruistas: es un mandato social, aunque no seas madre.
-Tiene que ver con la ley del agrado, que consiste en educar a mujer y niñas para satisfacer a otras personas. Las mujeres aprendemos a estar bien en la medida en que otras personas lo están.
-Depositamos nuestra autoestima en la gente (en cómo la gente nos percibe) y en segundo lugar, en nuestra valía como personas o en nuestras capacidades.
-El rol femenino está entre otras cosas, asociado al cuidado, pero no al autocuidado.
-Si nuestros deseos personales chocan con los deseos ajenos, caemos en esa culpa.
-Culpa por pensar que negociar es de “interesadas”, “convenidas”, “egoístas”
-Como mujeres en un mundo patriarcal, vivimos rodeadas de relaciones de poder, y esa asimetría dificulta negociar. Es complejo negociar cuando no estás en igualdad de condiciones o recursos. Y además es normalmente la parte que vive una injusticia la que toma la iniciativa de negociar, pero si no lo consigue, esta asimetría se cronifica o incrementa.
-En el fondo del miedo a decir “no” o “hasta aquí” podemos encontrar miedo al rechazo y miedo a la soledad.
-Hemos entendido mal el significado de “amor incondicional”: todos los amores deberían ser condicionales, salvo el amor propio. Es decir, condicionado al respeto mutuo, a la responsabilidad afectiva, etc.
-En palabras de Clara Coria, para negociar hay que salirse del altruismo y entrar en la solidaridad: “la solidaridad no consiste en ceder espacios y aspiraciones legítimas sino en repartir equitativamente tanto los inconvenientes como los beneficios.”
Herramientas
Autoconocimiento:
No me cansaré de repetirlo: como para muchas otras cosas, negociar y poner límites resulta más sencillo cuando te conoces a ti misma.
El autoconocimiento nos proporciona información relativa a preguntas como: ¿qué quiero? ¿qué necesito? ¿qué me gusta y qué me disgusta? ¿qué cosas no quiero en mi vida? ¿cómo me gusta que sean mis relaciones?
Las respuestas a estas preguntas ayudan a delimitar cuáles son tus intereses en una situación determinada.
Porque no puedes defender aquello que no conoces.
Derechos asertivos:
Conocer tus derechos asertivos también resulta útil, ya que te permite ver que son legítimos de cara a legitimarlos tú misma. Puedes reflexionar sobre aquellos que te suponen más problemas.
Estos son los derechos asertivos:
1)Tengo derecho a ser tratada con respeto y dignidad.
2)Tengo derecho a tener y expresar mis propios sentimientos y opiniones.
3)Tengo derecho a ser escuchada y tomada en serio.
4)Tengo derecho a juzgar mis necesidades, establecer mis prioridades y tomar mis propias decisiones.
5)Tengo derecho a decir NO sin sentirme culpable.
6)Tengo derecho a pedir lo que quiero.
7)Tengo derecho a cambiar de idea, de opinión o línea de acción.
8)Tengo derecho a cometer errores.
9)Tengo derecho a pedir información y a ser informada.
10)Tengo derecho a obtener aquello por lo que pagué.
11)Tengo derecho a ser independiente
12)Tengo derecho a decidir qué hacer con mis propiedades, mi cuerpo, mi tiempo, etc.
13)Tengo derecho a tener éxito.
14)Tengo derecho a gozar y disfrutar.
15)Tengo derecho a mi descanso y aislamiento.
16)Tengo derecho a superarme y superar a los demás.
17)Tengo derecho a decidir no ser asertiva in sentirme inferior.
Decir “no”:
Algunas pautas para ir practicando esta habilidad concreta que consiste en decir “no” ante una petición que no te conviene, no te parece razonable, etc.:
-Dejar hablar a la otra persona hasta que acabe. No interrumpirla.
-Empatizar con la persona con alguna frase como “Comprendo que te gustaría que yo…”
-Si es posible hacer algún comentario positivo, como “Te agradezco que hayas pensado en mí, pero…”
-Utilizar la primera persona: “Yo prefiero…”, “he decidido…”
-Usar palabras que no denoten duda o ambigüedad, por ejemplo “prefiero” antes que “preferiría, quizás, tal vez…”
-Cuidar la comunicación no-verbal: mirar a los ojos, postura relajada, volumen de voz medio, rostro serio.
-Si la otra persona continúa insistiendo: retirar la mirada, dejar de dar respuesta o bien usar la Técnica del disco rayado, que consiste en repetir el mismo mensaje de negativa una y otra vez, con distintas palabras y de forma calmada.
Diario de límites:
Escribir puede ser de gran ayuda en este proceso.
Te invito a que crees una especie de diario en el que apuntes todos los límites y negociaciones que estableces a lo largo de las semanas, con qué persona tienes el conflicto, qué pensamientos te pasan por la cabeza y si finalmente consigues ser coherente entre lo que piensas, sientes y haces.
Puedes usar el diario de dos maneras:
*Previo a la conversación, como una forma de preparar lo que quieres decir y no dar explicaciones de más. Tenerlo más claro.
*Después de la conversación, ya que a veces los límites no se pueden preparar, en situaciones que nos cogen por sorpresa. Sirve para evaluar cómo lo hemos hecho, si hay algo que nos gustaría mejorar…
En ambos casos es importante prestar atención y anotar cómo nos hemos sentido después, prestando especial atención a emociones positivas como el alivio, el orgullo, la paz con una misma…
¿Quieres saber más?
Te recomiendo algunos libros escritos por psicólogas o con perspectiva de género en este enlace.
Y si tienes más preguntas, ¡no dudes en dejarlo en comentarios!
Un abrazo,
Isabel.